La convivencia escolar hace parte de la realidad cotidiana de las instituciones educativas y escuelas de todo el país y se puede abordar desde distintos enfoques y perspectivas; entendiendo que todos los enfoques coinciden en el reconocimiento de las diferencias individuales y la conflictividad como un elemento natural de estar en el mundo, así mismo, en la importancia de la aceptación, la tolerancia y la paz como elementos nucleares para propender por una sana convivencia entre los individuos.
Esta concepción nos indica que la convivencia escolar es responsabilidad de todos los integrantes de una comunidad educativa y que no es estática, cambia con el ejercicio natural de relacionarlos con los demás en el tiempo. Valores como el respeto por la diferencia, la aceptación y el reconocimiento del otro; que podamos ubicar en el centro de la convivencia escolar y que dependen en mayor nivel de la subjetividad y la formación de los individuos, son fundamentales para la vida en comunidad y contribuyen a la intención de labrar, de perfeccionar, y de estilizar la convivencia humana.
Tradicionalmente el conflicto al interior de las escuelas y colegios ha sido abordado a partir de enfoques y estrategias punitivo-sancionatorias, por ejemplo: el castigo, la sanción social, las sanciones externas, las suspensiones y expulsiones; estrategias que han demostrado ser poco eficientes para la modificación de las conductas y al mismo tiempo redundar en un efecto nocivo para los estudiantes, las familias y la sociedad en general.
Para el Colegio el Triángulo es fundamental trascender este enfoque y buscar nuevas alternativas y estrategias desde los procesos de convivencia escolar; que contribuyan en la construcción de escenarios de reconciliación, armonía y paz al interior del establecimiento educativo. Nuestra propuesta para la convivencia escolar está basada en los principios de la Justicia Restaurativa. El diálogo es una herramienta fundamental desde esta perspectiva, que se centra en el reconocimiento y la reparación de los daños y los efectos causados a los estudiantes involucrados en las situaciones de conflicto, antes que culpar y castigar, para así contribuir y promover una cultura de tolerancia e inclusión, construir el respeto por la diversidad y desplegar prácticas comunitarias responsables.
