¿Sabías cuánto aprendo jugando?

Por la docente de Preescolar, Mayerlis Lis Martínez.

Los primeros años de vida son fundamentales para generar aprendizajes en torno a la competencia comunicativa. No obstante, la estimulación debe adecuarse a las necesidades individuales del niño que a su vez son acordes con el proceso de maduración y en este sentido, queda claro que durante el primer septenio, según el modelo de desarrollo de Steiner, el infante es órgano sensorial y como tal, su lenguaje se fundamenta en la imagen. Por tanto, los estímulos más apropiados provienen del juego, de la narración de cuentos y de las diversas expresiones artísticas que favorecen la imaginación y la fantasía, así como la coordinación motora, la ubicación espacial, la lateralidad, el tono muscular, la concentración, la conciencia fonológica y otros aspectos de vital importancia para el proceso de lecto-escritura.

Las actividades del ritmo diario propias de la Pedagogía Waldorf para la etapa preescolar, se adaptan al desarrollo que experimenta el niño durante este tiempo y que está centrado en la formación de su estructura orgánica y por tanto, limita toda actividad intelectual que vincule al niño con el pensamiento abstracto, permitiendo que incorpore aprendizajes por imitación y a través de la experiencia, logre no solo estructurar su YO si no expresar sus emociones y sentimientos. Son comunes entonces las expresiones artísticas así como técnicas de arrugado, punzado, ensartado, recortado, enhebrado, esterillado; también, tapar y destapar, tocar texturas, subir cierres, bajar cierres, usar el pasamanos, correr y amasar.

Puede ser difícil creer que a partir del juego, centro de la Pedagogía Waldorf, se obtengan resultados satisfactorios; sin embargo, jugando es que se desarrollan la motricidad fina y gruesa, aspectos puntuales para la adquisición del lenguaje escrito, y además, se reconocen en contexto no solo las letras si no las palabras y oraciones, logrando así dar sentido a diversas situaciones comunicativas y establecer asociaciones con otros elementos del entorno que son fundamentales para la comprensión e interpretación.

En el caso de nuestra experiencia específica, a partir de la imitación de las conductas de la consejera, que encuentran en el juego el escenario perfecto para emerger, el niño aprende a reconocer al otro y a orientar su comportamiento hacia situaciones de bienestar y buena convivencia dentro del grupo, y por ello, es común que respeten el turno, cedan la palabra, escuchen con atención las respuestas del otro y se animen a expresar sus puntos de vista sin temor de recibir burlas.

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